Ir al contenido principal

Misión Fiscal (Conciencia Económica Impersonal)

Misión Fiscal
(Fragmento del libro "Conciencia Económica Impersonal")

El otro día me daba cuenta también de la diferencia entre las reglas sociales, de convivencia, por ejemplo, y los “deberías”. No sé en qué momento comenzamos a utilizar leyes para sustituir al sentido común. Quizás por la inmadurez del ser humano que, para que alcance algún grado mínimo de convivencia, en una etapa inmadura de su estado evolutivo, ha necesitado del “premio-castigo”, como un bebé al que se le enseña con aquellos métodos. Métodos, por otra parte, que también son inmaduros. 

Somos tan distintos... pero a la vez, las reglas de convivencia en una sociedad, se precisan. Uno puede creer, en algún momento, como dice el liberalismo económico, que todo se hace solo. Quizás desde una perspectiva abstracta ideal, “todo se hace solo”; pero en la vida concreta, en la realidad del humano, estamos llenos de errores, de choques, de desafíos que ponen de manifiesto que hemos de incluir nuevas formas de relacionarnos unos y otros, y que tenemos que estar dispuestos a soltar los mecanismos conocidos, por muy adictivos y atrayentes que estos sean; y ahí es donde el humano va a actuar y exponer su inmadurez, su coherencia o su incoherencia. 

El “todo se hace solo” del liberalismo económico, deja fuera de la ecuación al humano, y considera a las reglas un enemigo que impide que las cosas se hagan solas, a la perfección. Para que las cosas se hagan solas, a la perfección “divina”, esto implica que el humano tiene que tener una sumisión absoluta, una confianza ciega, una fe total. Si las cosas salen mal para el humano, es porque no se deja hacer, porque no suelta el control. Lo cual, en cierto modo, es verdad. Pero la cuestión es que, el humano tiene miedo, y tiene miedo a soltar el control, y la sola exigencia fiscal, no es una herramienta suficiente para que muchos humanos suelten verdadera y legítimamente su control.
Que las leyes sustituyan a la coherencia, es significativo de que no nos hemos implicado mucho, hasta ahora, en conocer qué formas más adecuadas, desde la profundidad de uno mismo, surgen para relacionarnos. Allí donde la ley, la fiscalidad me empuja por condición, puedo ver que no me impliqué por elección. No me queda otra que asumir por ley implicarme, para llevar allí una nueva habilidad que, si no la hago carne y realidad, se queda en un ideal hermoso por el que luchar, sin base concreta. Y por supuesto, desde el ideal, la realidad me va a resultar injusta. 

¿Qué podemos hacer, como humanos, ante esta situación? Nos damos cuenta que no soltamos el control, pero por otro lado, la presión fiscal aprieta. Y aprieta allí donde no nos implicamos trayendo una forma nueva de asumir esa situación. Es decir, solo tenemos las herramientas vigentes, la presión o la condescendencia, porque no nos implicamos en la realidad a dejarnos atravesar por nuevas habilidades de respuesta ante los conflictos. 

Tratamos de que ahí fuera los otros apliquen nuevas habilidades, más “evolutivas” o conscientes, pero nosotros tenemos la ocasión en nuestra vida diaria, en nuestros conflictos cotidianos, de poder dejarnos atravesar por esas nuevas habilidades de relación entre humanos. Podemos ver cómo respondemos fiscal o condescendientemente, ante el miedo del otro; y viceversa. 

Le pido al otro que haga algo, pero resulta que eso que le pido que haga, no lo puede hacer.
Cuando un ser humano explora en sí mismo, se encontrará a sí mismo en esta situación, de forzar a que el otro cambie, o de tratar de adaptarme yo. Este movimiento tan mecánico, tan afianzado en el inconsciente del humano, provoca las luchas, las guerras, los conflictos. 

Pero la trascendencia de aquella etapa evolutiva simple, implica que podamos mirar esta situación como si fuésemos visitantes del futuro que observan cómo es que antes no teníamos más herramientas para utilizar en nuestras relaciones humanas. Porque cuando miramos sin juicio, podemos entonces comprender. Y cuando comprendemos, entonces dejamos espacio para otras formas de responder en las situaciones que nos han causado tanto conflicto.
Espacio interno para mi propia diversidad. 

Puedes adquirir el libro escribiendo a contactounkido@gmail.com

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Masculino, el Femenino y el Dinero

  "Equilibrio" Dibujo de José Mataloni EL DAR Y EL RECIBIR: MASCULINO Y FEMENINO Muchas personas dicen que se sienten más cómodas dando que recibiendo, por tanto, en ellas existe una programación mental previa para dar y no tanto para recibir. Recibir es la energía femenina. La naturaleza es una viva expresión de esta energía. La naturaleza recibe la energía del sol, que es masculina, y le otorga la vida. La naturaleza recibe, y al mismo tiempo da sus frutos. De hecho, utilizamos la palabra “natural” cuando queremos expresar que algo sale sin esfuerzo, como si fuera en la esencia de uno mismo. También decimos: “ es mi naturaleza ”, cuando queremos expresar que hacemos algo simplemente porque nos sale, como una vocación, o entregar una mano amiga o nuestro cariño cuando verdaderamente tenemos el impulso por el corazón. La naturaleza es un gran espejo en el que poder observar nuestra propia energía femenina. Durante cientos de años la energía femenina ha quedado r

DAR SE

Cuando das con la finalidad de recibir (reconocimiento, cariño, pertenencia, aprobación, validación...etc.), llegará un momento en que, al no recibir, uno cree que está “dando de más”, “que es tonto por dar a quien no lo merece”... etc... y quizás tenga razón en la superficie, pero en lo que sucede en lo profundo, es que está teniendo una finalidad no vista. Creía que estaba “dando de corazón”, pero estaba dando para recibir. La cuestión no es cuánto das, sino desde dónde das. Porque ese “desde dónde”, si no recibe, va a acabar culpando al afuera de que no le da lo que merece, de que no es visto, no es tenido en cuenta. Simplemente, no me veo, no me tengo en cuenta, y doy para recibir atención, aprobación, cariño... necesito que el afuera me diga que soy lo que yo mismo no puedo ver de mí, y si no la recibo, es “el otro” el culpable de no reconocer mi valía, valía que, yo mismo no puedo ver y por eso “obligo” al otro a que me reconozca. La generosidad de quien se posiciona en su valenc

El palo en la rueda

Cuando el ser humano se acostumbra a la mentira, después le cuesta encontrar a su propia verdad. Se acostumbra a poner su esperanza en el futuro, y a vivir un presente que prepara constantemente lo que le falta al ahora. “A mí no”... ,-dice- “a mí no me puede pasar lo que a otros les sucede”. Y observa a esos “otros” que no pueden alcanzar lo que él tiene. Y dice “soy afortunado”. “Cumplo con los preceptos necesarios para que a mí no, a mí no me pase”. Y así uno, pedalea en su bici, en esa dirección, observando a los lados de la carretera a los caídos. “Lástima, les pasaré unas monedas”. Y sigue avanzando. Ni por su imaginación se pasa verse a sí mismo a través de ellos. Es solo algo externo que pareciera errado. Quizás no supieron llevar sus vidas “como dios manda”. Quizás lo merecen, o quizás es mala suerte... ¿quién sabe? Y sigue pedaleando... -Ups!!! pataplaf!!! (ruido de alguien al caer) Un palo se metió en la rueda de la bici. Y mientras uno está en el suelo