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El logro de los ñoes




El Logro de los ñoes

No sé en qué momento sucede que uno empieza a poner en duda los parámetros de su felicidad. Seguramente a cada uno le atraviese esta duda en su forma. En qué momento sucede que uno empieza a sentir que conseguir los logros que antes perseguía y estar contento por ello, no es gran cosa. Uno empieza a soltar el amarre que tiene a las metas que tenía, quizás porque algunas las consiguió y... no pasó nada... absolutamente nada... una alegría esporádica, una celebración de un triunfo... una excitación momentánea... está bien, todo bien, es lindo... pero quizás, en algún momento, sientas que aquello que antes perseguías, ahora es como un humo, como si estuviese atravesado por una especie de neblina de la que disfrutan otros, y tú te preguntas “¿cómo lo hacen? ¿cómo hacía yo para disfrutar así de mis logros?” 

Al lado de mi calle, tengo otra que se llama Logroño. Logroño es una ciudad de La Rioja, en España. Nunca antes me había fijado. Al parecer, paso por los lugares, y no miro, así que no veo. Logro ño. Un no con sombrerito eñe, un no elegante, un no al logro que no es un no porque sí... sino un ño... algo que no lo niega, pero que tampoco lo persigue. Me gustó el ño, me gustó el sombrerito, me gustó la onda que se pone encima de la ene cuando queremos distinguirla, hacerla distinguida. Me gustó la curvita femenina que suaviza la firmeza de la negación. 

Veo que, de alguna forma, se van rotando los intereses, va girando el foco de lo que me llama la atención. El “ño” me interesa. Me interesa la forma en la que mi percepción se habilita para despegarse de lo que antes perseguía, sin luchar con ello, sin efrentarse. Es algo que sucede, no algo que la voluntad elija hacer. Es algo que sucede porque el foco de los intereses gira, rota... rota cuando la identidad siente la de-rota de sus metas. Entonces, la de-rota y el logro empiezan a horizontalizarse, se diluyen sus polaridades... ni uno me atrae tanto, ni el otro me repele tanto. 

Una confianza, una especie de seguridad, algo que no puedo describir, emerge sosteniendo a ambas. Algo que me hace sentir plena ante cualquiera de las dos polaridades. Algo que parece tener su propia inteligencia. Algo de lo que no sé, pero me incluye y me transforma, y hace que, independientemente de lo que suceda en el concreto, me genera una gran y profunda estabilidad. 

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