La palabra MENOSPRECIO nos abre una interesante percepción. Le doy MENOS PRECIO, menos valor a algo o a alguien.
Si yo no me “menos-precio” a mí mismo, no hay cabida para que pueda menospreciar a otro, porque, digamos, las gafas con las que miro a otra persona y la veo con menos valor , son las mismas gafas con las que me miro a mí mismo y con las que me veo menos valor.
Así nace el ÁNIMO, para contrarrestar la fuerza del menosprecio. Animo al otro para que no se sienta como me siento yo, porque lo veo desde las gafas de la lástima con la que me miro a mí mismo.
Las personas que se menosprecian, necesitan animar a quienes ven como a sí mismos, porque necesitan VER lo contrario de lo que en realidad ven. Tienen unas gafas en su inconsciente con las que ven al otro igual que a sí mismos, sienten mucha lástima, mucha pena por los demás, igual que la sienten por sí mismos.
La pena sostiene la decadencia. Un gran valor, la compasión entendida en el sentido de lástima, ha sido utilizado para tratar de combatir la miseria que vemos en lo externo. Ahora podemos empezar a ver claramente, que la pena es un validador de la miseria, y que si en lugar de actuar movilizado por esa pena, buscando dar ánimo, aprendo a dejar de validar el menosprecio que enfoco hacia mí mismo y hacia los demás, la situación será absolutamente diferente. La propia palabra lo dice: MENOS PRECIO, porque nos abaratamos al no ver el verdadero valor que hay en nosotros.
El amor por uno mismo va mucho más allá de aprender a poner una sábana de autoconvencimiento, o de ánimo, encima del menosprecio. El amor por uno mismo no puede forzarse, no nace del pensamiento, ni de ninguna idea. El amor por uno mismo comienza cuando empiezo a ver genuina y sinceramente cómo me menosprecio, y descubro la lógica de autoprotección de la especie que sigue ese menospreciador interno.
Cada una de las actitudes que están programadas en nuestro inconsciente, tienen una función en la evolución de la especie humana. Ver la verdad de lo que nos constituye, es la fuente del amor.
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