Creo que es importante que examinemos algo que está en la mente de todos: las políticas de recortes. Todos las conocemos, sin embargo, nos es mucho más difícil darnos cuenta de que nosotros mismos también las aplicamos. Necesitamos ver que, cuando recortamos nuestros gastos de familia sin conciencia, es decir, “recortando por recortar”, simplemente por tener menos gastos, estamos haciendo exactamente lo mismo que los recortes gubernamentales. Este tipo de actuación es comparable a los “remedios” como la quimioterapia, que para arrancar la mala hierba, matan también la buena. Obviamente, el recorte sin conciencia no es la solución. Cuando cortamos gastos familiares sin tener en cuenta más que “ahorrar por ahorrar”, lo que estamos haciendo es lo mismo que vemos tan injusto a nivel nacional. Nuestras políticas individuales de recortes dejan sin ingresos a comercios y empresas que tienen que cerrar, igual que los recortes del gobierno dejan sin ingresos a ciertos sectores de la sociedad. Por tanto, podemos ver que el miedo que se transmite entre las personas, consigue justamente lo contrario de lo que precisamos, y consigue también que actuemos de la forma que vemos en otro nivel y tanto nos disgusta.
¿Cómo hacer, entonces, una economía más saludable, sin seguir despilfarrando? En primer lugar, como ya hemos visto muchas veces en este blog, siendo conscientes de dónde ponemos nuestro dinero. Si seguimos priorizando el precio por encima de aquello a lo que aportamos, seguiremos en la senda de la “pobreza”, ya sea ésta física o mental, puesto que estaremos pensando como pobres, y haciendo más pobres a los que participan de nuestras transacciones económicas. Pensar como pobres (en el peor sentido de la palabra, ya que hay pobres muy ricos, como ya hemos visto, y viceversa), es boleto ganador para seguir siéndolo. Pensar en pequeño produce resultados pequeños. Sin embargo, cuando comenzamos a comprar conscientemente, en aquellos comercios y con aquellas personas que trabajan con una mirada más cooperadora, más comprometida y más responsable, dar nuestro dinero en esa dirección nos producirá una satisfacción y una sensación de estar generando abundancia. Y por supuesto, la abundancia que proporcionamos a los demás, nos hace abundantes a nosotros mismos.
Los actos económicos dirigidos por el miedo a ser pobres, generan pobreza. Estos actos están fantásticamente bien representados por los recortes, sean del tipo que sean (nacionales, regionales, o familiares). De modo que, para comenzar a sentir la abundancia, es esencial que comencemos a pensar con una mente abundante. La mente abundante, o mente rica, siente que ahora mismo tiene lo necesario, no se siente atraída por las luces de neón de productos generados única y exclusivamente para el consumo efímero que alimenta un deseo temporal e infinito, y sobre todo, es una mente que tiene sus propósitos puestos en construir responsablemente, teniendo en cuenta al conjunto de la sociedad, y no solo a sí misma.
Si trabajamos sin miedo en esta dirección, veremos cómo la abundancia comienza a florecer en nuestra vida. Si nos dejamos dominar por el miedo y comenzamos a actuar de forma empequeñecida, “recortando” indiscriminadamente, además de contribuir al empobrecimiento de aquellos que dependen de nuestra participación, veremos que el boomerang de la naturaleza económica nos devuelve lo que sembramos: recortes y pobreza. Como ya hemos visto, la economía tiene sus propias leyes naturales, tanto a gran nivel, como a pequeño nivel. El círculo económico individual nos enseña que la pobreza vuelve de vuelta, y también lo hace la abundancia. La mente es, siempre, el origen de este movimiento esencial.
Comentarios
Publicar un comentario